No puedo controlar lo que hacen los demás, pero puedo elegir cómo lo percibo y si tomarlo personal. Es mejor dejar ir las cosas, a la gente, no luchar, no pedir o perseguir las respuestas y no esperar que la gente lo entienda desde donde tú lo ves.
“En efecto, el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños; que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga.”

Lectura
- 1 Pedro 3, 10-11